viernes, 10 de mayo de 2013

De crisis socioeconómica a crisis personal. ¿Cómo nos afecta la situación actual?

Las emociones negativas, al igual que las positivas, tienen la capacidad de propagarse mediante la empatía y las conexiones inconscientes mediante el que formamos un tejido social muy cohesionado. 

Es indiscutible que dado el contexto de crisis estructural en el que nos encontramos proliferan más las emociones negativas que las positivas. Este hecho genera mucho movimiento a nivel tanto grupal como individual, y afecta a aquellas familias cuya situación es límite, pero también a las personas que aún gozar de cierta estabilidad, se contagian de la ansiedad y la incertidumbre que baña el ambiente. 

¿Se ha convertido el ambiente psicológico en un pez que se muerde la cola? 


Obviar la situación actual es impensable. Es un momento para llevar a cabo un cambio y, como animal de costumbres que es el ser humano, cualquier movimiento precipitado e inesperado remueve numerosos miedos. 


Las fantasías relacionadas con la rotura y la desintegración de nuestro entorno parecen tomar fuerza. A su vez, los pensamientos y deseos sobre planes de futuro son inciertos, generando este hecho frustraciones y mucha incertidumbre. Todos estos hechos hablan por sí mismos. En los últimos años han aumentado los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo (principalmente depresiones). Y es que el hecho de perder el empleo, o de encontrarnos en una situación de tamaña fragilidad como la actual remite a los miedos anteriormente comentados. 







¿Qué hacer ante ello?

No hay una solución eficaz, pero sí que pueden existir algunos enfoques, maneras de visualizar la situación y de sentir que nos permitan capear el temporal y no caer en un círculo vicioso. 

Considero algunos elementos básicos para poder anteponerse mejor:

Resiliencia

Dicho de otro modo, la capacidad de afrontar las dificultades y vicisitudes de la experiencia vital. Dependerá en gran parte qué modelos hayamos tenido a lo largo de nuestra vida (es decir, cómo vivimos los hechos desagradables que ocurrieron a nuestros padres y la forma en que ellos lo afrontaron), pero buena parte de ella está en nosotros mismos; marcada por el autoconocimiento, los recursos que hayamos podido desarrollar a lo largo de nuestra vida nos serán de gran utilidad en situaciones como ésta. 

No hay que olvidar algo importante: estamos aquí y ahora. En un mundo donde nuestro nivel de control es muy limitado, hemos podido hacer frente a dificultades y situaciones problemáticas; es más, si hemos llegado a donde estamos ha sido por haber sido capaces de sobreponernos a las frustraciones. Cada uno con sus herramientas, pero el hecho de llegar hasta aquí ya habla por sí mismo. 


Tolerancia a la frustración.

Un aspecto que aprendemos desde bien pequeños, cuando se nos niega un juguete que deseábamos con fervor, o aprendemos que mamá y papá no cumplirán todos nuestros deseos. Puede parecer una característica básica, pero de nuevo, mediante experiencias muy intensas vividas a temprana edad desarrollaremos nuestra tendencia a responder ante situaciones futuras. Un buen nivel de tolerancia a la frustración (es decir, aceptar las limitaciones del entorno y las nuestras propias) nos permitirá hacer más llevaderas las dificultades que puedan surgir. 
En este punto también es importante tolerar la incertidumbre. Fijaos cómo todo está interrelacionado. Aceptar la incertidumbre implica a su vez ser consciente de la pequeñez del ser humano y de nosotros mismos. Tomando conciencia emocional de la realidad no sentiremos tanta angustia ante aquellas situaciones que no están bajo nuestro control y que suelen ser la gran mayoría. 


El grupo como aliado.

El ser humano es una especie social. Lo que nos ha permitido evolucionar ha sido la formación de redes. Familias, comunidades, pueblos, ciudades... Un aislamiento total de la sociedad es imposible. Nacemos desprotegidos y diseñados para estar bajo el cuidado de un grupo y crecemos al tiempo que lo hacen nuestras relaciones y vínculos afectivos. 

En momentos donde la intranquilidad se hace más notable es un buen momento de tomar conciencia social. La familia, los amigos, plataformas sociales... Todos estos grupos son entornos protectores ante aspectos que despiertan nuestra parte más vulnerable. Compartir las angustias, escuchar las de los demás y crear una red de apoyo donde sentirse acompañado nos ayudará. Quizá no mejore nuestra situación económica o no surjan los efectos deseados a corto plazo (eso dependerá de nuestro propio nivel de exigencia), pero a nivel intrínseco tendrá sin duda aspectos positivos. 


Son tiempos difíciles para los soñadores, decía sabiamente Amélie; pero no por eso debemos dejar de soñar e imaginar un futuro mejor. Toda acción tiene su inicio en el deseo de llevarla a cabo y su potencial se encuentra en cada uno de nosotros. 


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