martes, 22 de mayo de 2012

El Síndrome de Ulises.

Ante la situación socio-económica que sufre nuestro país, cada vez son más los que se plantean emigrar. Como ya lo hicieron generaciones anteriores, los ciudadanos tenemos la vista puesta fuera de nuestras fronteras; no por curiosidad y emoción, sino más bien por un sentimiento de acorralamiento donde la única salida posible es buscar una alternativa lejos de nuestro entorno familiar conocido, a fin de encontrar una oportunidad mejor.

Estamos en una época multicultural. Las fronteras se han difuminado y son más políticas que mentales. La facilidad de comunicaciones y el avance en los transportes nos brinda la ocasión de ir a lugares antes impensables y poder impregnarnos de apasionantes costumbres y culturas. Desgraciadamente, aquello que nos impulsa a movernos no siempre es el placer de vivir nuevas experiencias. En ocasiones es cuestión de supervivencia para poder cubrir las necesidades básicas. 

Hemos vivido de cerca estas situaciones. La inmigración está muy presente en nuestro país desde hace décadas; asentados en el rol de los que reciben la visita, habíamos olvidado lo que era tener que ser el visitante. 

¿Qué ocurre cuando cambiamos nuestro entorno? En una ocasión un profesor comentó que uno de los hechos que causan más estrés en el ser humano es realizar una mudanza. Podríamos extrapolar el término y entender mudanza como un cambio drástico de hábitos y vivienda. 

Como animales de costumbres, una alteración en nuestra rutina puede desencadenar una serie de comportamientos normales, propio de una situación que nos resulte estresante. 
Sumémosle al cambio de residencia, el cambio de país. Un lugar desconocido, sin personas con las que tengamos un vínculo previo, sumado a la estigmatización que recae sobre el inmigrante en muchos países. Dejar atrás nuestra vida para empezar desde cero en otro lugar es una tarea ardua donde las dificultades afectarán a nivel psicológico. 

La sintomatología que se genera en estas ocasiones es conocida como Síndrome de Ulises, en alegoría al conocido personaje creado por Homero. 

Características.

Se han encontrado una serie de factores comunes entre las personas que han emigrado, todos ellos relacionados con el estrés y la depresión. El síndrome de Ulises, también conocido como el Síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple puede interpretarse como un trastorno, pero a mi parecer es el nombre que se le da a un conjunto de reacciones normales y esperadas ante una situación de cambio tan importante, donde nuestra resiliencia y asertividad son puestas a prueba por el entorno. 

Existen, como mencionaba, unas características que se dan en un porcentaje elevado de viajeros. Entre un 15% y un 20% de los inmigrantes que visitan un centro de salud no padecen ningún tipo de trastorno mental, sino dicho síndrome, especialmente aquellos cuya situación en el país es ilegal.

Hay cuatro factores básicos por los que se desarrolla la sintomatología:

  • Soledad: uno de los principales y obvios. La separación de la familia y los vínculos sociales más cercanos provoca este sentimiento, acrecentado en caso de dejar atrás a hijos pequeños o padres enfermos o mayores. La imposibilidad de traer consigo a la familia puede deberse a numerosas razones, aunque las principales son las económicas - motivo que a su vez ha promovido la emigración-. La falta de apoyo social sumada a las dificultades iniciales de integración (un periodo que será mayor o menor, dependiendo de la situación del inmigrante y sus características personales de extraversión, capacidad de adaptación, etcétera) generan una sensación intensa de soledad, que se incrementa en determinados momentos del día, como puede ser la noche. Dependiendo del origen cultural del inmigrante, la añoranza puede ser mayor ya que el concepto de familia es muy importante en determinados ámbitos. El sufrimiento que genera esta separación no deja de ser un duelo de carácter temporal, puesto que no es una situación irreversible.

  • Duelo por el fracaso de proyecto migratorio: al iniciar un objetivo de tal magnitud, se colocan muchas expectativas en sus resultados. Se emigra con la esperanza de conseguir una situación de mayor calidad, con un trabajo bien remunerado y un entorno apacible. Desgraciadamente, no siempre es posible obtener las metas deseadas, sobretodo en los inicios. En estos momentos es cuando aflora la desesperanza y la frustración por no alcanzar la compensación al esfuerzo realizado. Esta decepción, sumada al sentimiento de soledad se incrementa notablemente.

  • La lucha por la supervivencia: emigrar por cuestiones económicas supone unos inicios duros, y en muchas ocasiones se suma la incertidumbre de cubrir las necesidades básicas en el nuevo lugar de residencia. La adaptación al entorno puede conllevar dificultades iniciales como encontrar una vivienda y sustento básico para poder obtener un punto de partida. En ocasiones no hay posibilidad de un planteamiento y preparación del viaje, y el inmigrante llega a su nuevo destino con los recursos básicos para mantenerse a corto plazo. Cuando la búsqueda de trabajo no da frutos de forma inmediata, la situación puede complicarse y la preocupación pasa por mantener cubiertas sus necesidades de vivienda y alimentación, con el consecuente estrés que esto supone. 

  • El miedo: en los casos más desfavorables, la integridad física está en tela de juicio. Situaciones donde se han visto implicadas mafias u otro tipo de organizaciones de moral cuestionable generan una alta percepción de peligro para el sujeto, hecho que aumenta los niveles de estrés y tensión. A nivel biológico el miedo crónico fija situaciones traumáticas a través de la amígdala (núcleo cerebral de las emociones) y produce una atrofia en el hipocampo, además de generar una pérdida neuronal en la corteza orbitofrontal. Por otro lado, las situaciones continuadas de terror condicionan esta respuesta, que se dará en cualquier momento futuro de estrés.


Todos estos factores darán lugar a una sintomatología muy parecida a algunos trastornos depresivos y/o psicóticos; no obstante, hay que ser prudentes puesto que suelen ser respuestas psicobiológicas desencadenadas por la intensidad de la situación, de modo que son transitorias. Con un acompañamiento adecuado y la atención necesaria se pueden prevenir o bien solucionar sin necesidad de medicación ni ningún tipo de tratamiento más específico para determinados trastornos mentales diagnosticados. 

La sintomatología presentada es la siguiente:

- Relacionada con el área depresiva.

Aparece la tristeza, ya sea en el sentimento de fracaso o en la indefensión aprendida (fruto de la exposición a situaciones de peligro). Es fácilmente perceptible en individuos de cualquier cultura por su carácter universal, pero en el caso de los inmigrantes japoneses resulta más complicado ya que se considera una descortesía no sonreír; así pues los sentimientos pueden quedar más ocultos.

En las situaciones donde la desesperanza es intensa aparece el llanto; puede darse tanto en hombres como en mujeres, aunque costará más en los primeros por las concepciones de la dureza masculina y la asociación del llanto como signo de debilidad.

La culpa aparece con menor frecuencia y dependerá del origen cultural. Los inmigrantes occidentales presentan en el doble de ocasiones el sentimiento de culpabilidad por la concepción más centrada en el individuo. En otras culturas la responsabilidad queda diluida a factores externos que no dependen del ser humano; por ese motivo el remordimiento aparece menos. 

Pueden aparecer ideaciones de muerte, aunque con muy poca frecuencia. El sujeto que ha emigrado goza de una gran resiliencia y capacidad de afrontar las situaciones que le incita a continuar con su propósito, a pesar de los duros momentos por los que está transitando.


Se diferencia de un trastorno depresivo por la carencia de indicadores importantes como la apatía y la falta de ganas de realizar actividades. Los individuos con Síndrome de Ulises suelen experimentar el efecto contrario: la perseverancia y el ímpetu de llevar a cabo su proyecto vital.

Aunque puedan aparecer pensamientos de muerte, éstos son muy poco frecuentes; predomina la añoranza por los seres queridos de los que se encuentran separados y la esperanza de reencontrarse con ellos. Por el contrario, en la depresión son recurrentes este tipo de ideaciones.



-Relacionada con el área de ansiedad.


De manera muy común hay tensión y nerviosismo. Dadas las adversidades y las dificultades que tienen que afrontar algunos inmigrantes, es lógico que el esfuerzo psíquico y físico lleve a generar estos estados.

Pueden aparecer preocupaciones excesivas y recurrentes. El sentimiento puede persistir aún cuando se ha conseguido estabilidad en el entorno. El padecimiento por llegar a la tranquilidad puede permanecer cierto tiempo, condicionando el sujeto a un estado de alerta de forma preventiva. 

Los pensamientos y preocupaciones pueden ocasionar episodios de insomnio; sumémosle el hecho que la noche suele ser el momento más vulnerable del día donde los sentimientos de añoranza y soledad afloran con mayor intensidad.


Como ocurre con el trastorno depresivo, también se puede realizar un diagnóstico diferencial respecto este síndrome y el Trastorno por Estrés Post-Traumático (TEPT). Aunque algunos síntomas coincidan (puesto que en los dos casos existe una exposición a sucesos traumáticos que generan respuestas relacionadas con el estrés y el miedo), los otros factores relacionados con el Síndrome de Ulises no guardan ningún tipo de relación con el TEPT. Por lo tanto, hay que tener presentes también el sentimiento de fracaso y soledad, por ejemplo. 



En conclusión, es poco probable que los emigrantes españoles padezcan el Síndrome de Ulises en su plenitud, puesto que las condiciones díficilmente serán tan extremas como las presentadas. Aún así no es de extrañar la aparición de una gran parte de la sintomatología ante aquello que representa un hecho tan importante como es el cambio de región, país y/o cultura, dejando atrás (aunque sea de forma temporal) todo aquello a lo que nos sentimos vinculados y forma parte de nuestra identidad.



Bibliografía de referencia:

Achotegui, J.2004. Emigrar en situación extrema: el Síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple (Síndrome de Ulises). Norte de Salud Mental, nº 21 pp. 39 - 52.




1 comentario:

  1. Un texto muy interesante y tu forma de contarlo es maravillosa, no he podido parar de leerlo! Gracias por compartirlo

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